Para el Obispo de Hipona, la Pascua no sólo nos recuerda la muerte y resurrección del Señor, sino que también nosotros pasamos de la muerte a la vida. Compartimos una entrevista al ya fallecido José Anoz Gutiérrez, agustino recoleto, miembro del Instituto de Agustinología de la Orden y autor de numerosos estudios sobre san Agustín.
– ¿Qué ha significado la Pascua en la vida de san Agustín?
Es el momento en que ingresa en la Iglesia, el 24 de abril de 387, bautizado en Milán por el obispo Ambrosio. Por otra parte, su conciencia de lo que la Pascua significa para los cristianos, ha aguijoneado gran parte de la ingente tarea pastoral de Agustín. Durante la cuaresma instruía en la fe a quienes se preparaban a recibir el bautismo. En los ocho días siguientes a la fiesta predicaba a diario para descubrir a los miembros de la Iglesia los tesoros y tareas de su condición cristiana y estimularlos a vivir conforme a ella.
– ¿Cuántos escritos tiene sobre la Pascua y cuáles son los más relevantes?
Conservamos 16 sermones agustinianos, predicados en la vigilia pascual. Pronunciados el domingo de Pascua, conocemos 12. A esto se suman 59 sermones presentados durante la primera semana de Pascua. Pueden leerse en el volumen 24 de las Obras completas de san Agustín, publicadas en Madrid por la BAC. Además, algunos párrafos de la carta 55 explican el sentido de la Pascua cristiana. Por otra parte, en la introducción a sus diez homilías sobre la carta primera de san Juan, Agustín confiesa a sus feligreses que “la alegría de los días de la semana pascual” lo ha inducido a predicar sobre ella, pues ese escrito encomia sobre todo la caridad, motivo y fuente de gozo. Durante la primera semana de Pascua de 407, entre el 14 y el 21 de abril, pronunció ocho homilías. Este comentario predicado puede leerse en el volumen 18 de las Obras completas de san Agustín, en la edición mencionada antes.
– ¿Qué nos dice san Agustín sobre la Pascua?
Llama “madre de todas las vigilias” a la del sábado santo. En el sermón 223A, predicado en una de ellas, recuerda la llamada de Moisés y la revelación del nombre de Dios. En este aspecto y al predicar que Dios ha creado cuanto existe, la fe cristiana es heredera del credo judío. En los sermones citados repasa lo característico de la fe cristiana. La Palabra, mediante la que todo existe, o sea, el Hijo, es anterior a todo. El relato de la creación da pie a Agustín para hablar de la muerte y la vida, de la oscuridad y la luz. Sus prédicas ponen de relieve que la muerte es consecuencia de la desobediencia del hombre a Dios. La encarnación y pasión de su Hijo son la fuente de una vida nueva, no sometida irremediablemente a la muerte. La eucaristía nutre en la Iglesia esa vida. Porque ésta está siempre amenazada, Agustín, en los sermones de la vigilia pascual, invita a la vigilancia. Porque el hombre dispone de cierto margen de libertad, es responsable de sus actos. Si éstos no son los que Dios espera de él, el hombre no ha de desesperar, pues cuenta con la defensa de Cristo ante el Padre. Con esta certeza el cristiano aguarda el juicio final. Sobresalientes me parecen los sermones 228B, 229 y 229A en que Agustín aclara el simbolismo de los ritos bautismal y eucarístico. A propósito de la eucaristía, cuerpo de Cristo, dice en el sermón 229A: “Quienes por ser miembros de la Iglesia sois el cuerpo de Cristo, vosotros sois lo que recibís en la misa”.
– ¿Cómo sugiere Agustín que vivamos la Pascua?
Como caminantes. Tensos hacia la meta, adelantada en la resurrección de Jesús. La certeza del logro anima a no perder contacto con la realidad, tan exigente y no siempre grata. A mi parecer, así se deduce de su carta 55, 26. “Caminamos”, escribe. Y describe los dos pies con que los cristianos avanzan: “la fatiga” cotidiana, común a todos los hombres, y “la esperanza” garantizada por la promesa del Señor; la experiencia del envejecimiento y derrumbe humanos y la fe en una vida nueva.
– ¿Cuál sería la palabra clave para vivir una Pascua al estilo agustiniano?
“Tránsito”. Agustín lo expone así: “Tránsito de Cristo y nuestro; de aquí al Padre; de este mundo al reino de los cielos, de la vida mortal a la vida definitiva, de la vida terrena a la vida celestial, de la vida que se deteriora a la que no se deteriora, de la familiaridad con las tribulaciones a la seguridad perpetua”. Comentario del salmo 68, 1, 2, predicado entre finales de 414 e inicios de 415 en Tagaste, aldea natal de Agustín.
– ¿Marcó mucho su vida el hecho de bautizarse en la noche de Pascua?
En tiempo de Agustín, ser bautizado durante la vigilia pascual era lo habitual. Por tanto, no extraña que él no dé singular importancia a la fecha de su bautismo. En cambio, se la da al hecho de recibirlo. Lo recuerda en Confesiones 9, 14: “Renací… Fuimos bautizados y huyó de nosotros la preocupación por la vida pasada”. Y en el sermón 229D 1 y 2 dice: “Nuestra celebración cotidiana de la Pascua es el recuerdo constante de lo que Jesús ha hecho por nosotros”. El adjetivo “nuestra” permite afirmar que Agustín procuró llevar a cabo este programa de vida pascual.
– ¿Se puede decir que la espiritualidad agustiniana es pascual?
Es posible dar una respuesta afirmativa, si tenemos en cuenta los motivos del camino y el tránsito, a los que antes me he referido.
– ¿Qué palabras de san Agustín sintetizan su experiencia de la Pascua y su doctrina sobre ella?
“En Pascua, nombre hebreo que significa ‘paso’, no sólo recordamos la muerte y resurrección del Señor, sino que también nosotros pasamos de muerte a vida… La Iglesia, cuerpo de Cristo, aguarda a participar definitivamente en la victoria sobre la muerte, triunfo manifestado ya en la resurrección corporal de nuestro Señor, Jesucristo” (Carta 55, 2).
*Esta entrevista fue originalmente publicada en 2010 en la web www.agustinosrecoletos.com
“Comenzad a realizar en el espíritu, viviendo santamente lo que Cristo nos manifestó mediante la resurrección de su cuerpo. Pero no lo esperéis ahora; es decir, no esperéis ahora la realidad misma, la verdad, la incorrupción de la carne; es el salario de la fe, y el salario se otorga una vez acabada la jornada”.
Sermón 229 E, 4
“Aprended y retened cuál es la esperanza de los cristianos, por qué somos cristianos. No lo somos para buscar una felicidad terrena, que no falta muchas veces a los ladrones y criminales. Somos cristianos para otra felicidad que recibiremos cuando ya hayamos pasado totalmente la vida presente”.
Comentario a los Salmos 62, 6
“Si se elimina la fe en la resurrección, perecen todas las enseñanzas cristianas… Si los muertos no resucitan, no tenemos esperanza de una vida futura; pero si los muertos resucitan, habrá una vida futura”.
Sermón 361,2, 2
“Si dijéramos que la carne ha de resucitar para sufrir de nuevo hambre, sed, enfermedades y fatigas, para estar sometida a la corrupción, justamente deberías negarte a creerlo. (…) Resucitará una carne incorruptible; una carne sin defecto, sin deformidad, sin mortalidad, ligera, sin peso. Lo que ahora te causa tormento, allí te servirá de adorno”.
Sermón 240, 3
“Lo que en ÉL se hizo el tercer día, se hará en nosotros al final del mundo. Queda aplazada la esperanza de nuestra resurrección, pero no suprimida”.
Comentarios a los Salmos, 34, s.2, 1
“Pues no hubiese resucitado de no haber muerto, y no hubiese muerto si no hubiese nacido; por esto el hecho de nacer y morir existió en función de la resurrección (…) Cristo el Señor, en el hecho de nacer y de morir, tenía la mirada puesta en la resurrección; en ella estableció los límites de nuestra fe. Nuestra raza, es decir, la raza humana, conocía dos cosas: el nacer y el morir. Para enseñarnos lo que no conocíamos, tomó lo que conocíamos”.
Sermón 229 H, 1
“La resurrección de los muertos es creencia propia de los cristianos. Cristo, nuestra cabeza, mostró en sí mismo esta resurrección, y nos otorgó una prueba de lo que creemos para que los miembros esperen en sí mismos lo que ya tuvo lugar en la cabeza”.
Sermón 241, 1
“La fe de los cristianos se reduce a creer en la resurrección de Cristo”.
Comentario a los Salmos 120, 9
“Fue la carne la que murió, la que resucitó, la que colgó del madero, la que yació en el sepulcro y ahora está sentada en el cielo”.
Sermón 238, 2
“La resurrección de Cristo encierra el misterio de la vida nueva”.
Sermón 229 E, 2
“Después de resucitar se apareció a los discípulos y subió al cielo, donde está sentado a la derecha del Padre, y ya no volverá más que al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos; pero ha de venir revestido de gloria, no en la debilidad; vendrá a otorgar el reino, no a solicitar hospitalidad. ¿Te olvidas de que, cuando venga a entregar el reino ha de decir: Cuando lo hicisteis con uno de mis pequeños, conmigo lo hicisteis? Él, aunque rico, sigue estando necesitado hasta el fin del mundo. Tiene necesidad, sí, pero no en la cabeza, sino en sus miembros. (…) Él está entre nosotros en sus miembros; está entre nosotros, en nosotros mismos”.
Sermón 239, 7
“Él resucitó primero para que tuviésemos un motivo para esperar”
Comentario a los Salmos 125, 4
“Si tanto nos llenan de gozo estos días pasajeros en los que recordamos con devota solemnidad la pasión y resurrección de Cristo, ¡qué dichosos nos hará el día eterno en que le veremos a ÉL y permaneceremos con ÉL, día cuyo solo deseo y expectación presente ya nos produce alegría”.
Sermón 229 D, 2
“Podemos amarlo, podemos desearlo; en esta peregrinación podemos suspirar por tan gran bien; no podemos pensarlo ni explicarlo de manera digna con palabras. Yo, al menos, no puedo. Por tanto, hermanos míos, buscad a alguien que pueda, si es que podéis encontrarlo y llevadme a mí como discípulo a vuestro lado”.
Sermón 236, 3
“Allí descansaremos y contemplaremos, contemplaremos y amaremos, amaremos y alabaremos: he aquí lo que será el fin que no tiene término”.
La Ciudad de Dios, 22, 30