Sexto Domingo de Pascua
LA ORACIÓN
Dos cosas indica el Evangelista:
1ª) El modo conveniente de orar, porque alzando los ojos a lo alto, esto es, elevó su inteligencia, llevándola al excelso Padre por la oración. Si nosotros queremos orar a ejemplo de Cristo, debernos elevar hasta él los ojos del alma, apartándolos de las cosas presentes, recuerdos, pensamientos y deseos.
También levantamos los ojos hacia Dios, cuando, desconfiando de nuestros méritos, esperamos en su sola misericordia, según aquello del Salmo 122, 1-2: Alcé mis ojos a ti, que habitas en los cielos... Como los ojos de la esclava en manos de su señora; así nuestros ojos al Señor Dios nuestro, hasta que tenga misericordia de nosotros. Y agrega Jeremías: Levantemos al Señor nuestros corazones con las manos hacia los cielos (Lam 3, 41).
Se dice en la epístola a los Colosenses: No cesamos de orar por vosotros, y de pedir (1, 9). La oración es una elevación del alma hacia Dios.
Pedir es suplicar alguna cosa. La oración debe preceder, para que sea escuchado el que pide devotamente, como los que piden comienzan por la persuasión, para inclinar a sus necesidades. Del mismo modo, debemos nosotros comenzar por la devoción y la meditación sobre Dios y las cosas divinas, no para doblegarlo a él, sino para alzarnos nosotros hasta él (In Col., 1).
2ª) La eficacia de la oración se expresa en estas palabras: Padre, gracias te doy, porque me has oído.
Tenemos aquí una prueba de que Dios es fácil para otorgar, como se lee en el Salmo 9, 17: Oyó el Señor el deseo de los pobres, es decir, que escucha el deseo antes de que se profieran las palabras. Y en Isaías: Luego que oyere la voz de tu clamor, te responderá (Is 30, 19); y más adelante: Cuando aún estén hablando, yo los oiré (65, 24).
Con mayor razón conviene considerar que Dios Padre, previniendo la oración de Cristo Salvador, la escuchó; porque las lágrimas que Cristo derramó por la muerte de Lázaro hicieron las veces de oración.
En el hecho de que al principio de la oración dio acciones de gracias, se nos da el ejemplo de que, cuando queremos orar, demos gracias a Dios por los beneficios recibidos antes de pedir cosas futuras, cumpliendo lo que dice el Apóstol: En todo dad gracias (1 Tes 5, 18). (In Joan., XI).