1. Porque el fin último de la criatura racional (que es el mismo Dios visto en su esencia) sobrepasa la capacidad de su naturaleza, y los medios deben ser proporcionados al fin, según el orden recto de la providencia, síguese que los auxilios también deben ser conferidos por Dios a la criatura racional, no sólo aquellos que son proporcionados a la naturaleza, sino también los que sobrepasan la capacidad de la naturaleza.
De donde proviene que, además de la facultad natural de la razón, se impone divinamente al hombre la luz de la gracia por la cual el hombre es perfeccionado interiormente para la virtud, y esto en cuanto al conocimiento, puesto que al ser elevado el espíritu del hombre por esta luz, puede conocer lo que excede a la razón; y también en cuanto a la capacidad de obrar y de amar, puesto que por esta luz el corazón del hombre se eleva sobre todo lo creado hasta amar a Dios y esperar en él, y ejecutar todo lo que requiere este amor.
II. Estos dones o auxilios dados al hombre, sobrenaturalmente, se llaman gratuitos por dos razones:
1º) Porque Dios los da gratuitamente. En efecto, nada hay en el hombre que pueda exigir en justicia la donación de tales auxilios, puesto que sobrepasan la capacidad de la naturaleza humana.
2º) Porque el hombre se hace grato a Dio de un modo especial, por estos dones. Así, como el amor de Dios es causa de la bondad que hay en las cosas —y no que él haya sido provocado por una bondad preexistente en ellas, como lo es nuestro amor—, es necesario que, con respecto a aquellos a quienes da algunos efectos especiales de bondad, se considere una razón especial de amor divino. Por eso se dice que Dios ama principal y absolutamente a aquéllos sobre quienes derrama tales afectos de bondad, por los cuales llegan al fin último, que es él mismo, fuente de toda bondad.
(Ad Regin).
III. Sólo Dios da la gracia.
El Señor dará la gracia y la gloria (Sal 83,12).
Porque el don de la gracia excede toda capacidad de la naturaleza creada, ya que la gracia no es otra cosa que una participación de la naturaleza divina. De ahí que sea imposible que una criatura cause la gracia.
Por lo tanto, necesariamente sólo Dios deifica, comunicando el consorcio de la naturaleza divina por una cierta participación de semejanza, del mismo modo que es imposible que otra cosa queme, a no ser el fuego.
La humanidad de Cristo es una especie de órgano de su Divinidad. Ahora bien, un instrumento no produce la acción del agente principal por propia virtud, sino por virtud del agente principal.
La humanidad de Cristo es una especie de órgano de su Divinidad. Ahora bien, un instrumento no produce la acción del agente principal por propia virtud, sino por virtud del agente principal.
Por consiguiente, la humanidad de Cristo no causa la gracia por su propia virtud, sino por virtud de la Divinidad unida a ella, y por la cual las acciones de la humanidad de Cristo son saludables.
Igualmente en los Sacramentos de la nueva ley, la gracia es causada instrumentalmente, por los mismos sacramentos, pero principalmente por la virtud del Espíritu Santo que obra en los sacramentos.
(1ª 2ae., q. CXII, a. 1º)
(1ª 2ae., q. CXII, a. 1º)