Te daría agua viva
(Jn 4, 10).
Pero se llama agua porque purifica: Y derramaré sobre vosotros agua pura, y os purificaréis de todas vuestras inmundicias (Ez 36, 25).
Porque enfría el ardor de las tentaciones: El fuego ardiente apaga el agua (Eclo 3,33). Y porque apaga la sed de los bienes terrenos y de cualquier cosa temporal: Todos los sedientos, venid a las aguas (Is 55, 50)
II. Existen dos variedades de agua: la viva y la no viva. Agua no viva es la que no está unida, al principio de donde brota, sino que se recoge con la lluvia o de otro modo se guarda en lagunas o cisternas, y se conserva separada de su principio. El agua viva es la que corre y fluye de la fuente.
Según esto, la gracia del Espíritu Santo se llama rectamente agua viva, porque la gracia del Espíritu Santo se da al hombre de tal modo que se le da la misma fuente de la gracia, es decir, el Espíritu Santo; y aún más, por él se da la gracia, como dice el Apóstol: La caridad de Dios está difundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se nos ha dado (Rom 5, 5).
Porque el Espíritu Santo es fuente inagotable de la cual brotan todos los dones de las gracias. Todas estas cosas obra sólo uno y el mismo Espíritu (1 Cor 12, 11), De ahí que si alguno tiene un don del Espíritu Santo y no posee a este Espíritu, el agua no es continua desde su principio, y por consiguiente es agua muerta y no viva. La fe sin las obras es muerta (Stg 2, 20).
(In Joan., IV)