Día 13-DESEO DEL AGUA VIVA

Viernes de la segunda semana de Pascua


Si supieses el don de Dios y quién es el que te dice: 
Dame de beber; tú tal vez le pedirías a él, 
y te daría agua viva
(Jn 4, 10).

I. En  los adultos  se  llega  a  poseer  el  agua  viva,  esto es,  la  gracia, por el deseo, es decir, pidiéndola: Oyó el Señor el deseo de los pobres (Sal 9, 17), pues la gracia no se da sin una petición y un deseo. 
Por eso decimos que en la justificación del impío se requiere el libre albedrío para detestar los pecados y desear la gracia, según aquello de San Mateo: Pedid, y se os dará (7, 7). 
Para tanto se requiere el deseo que aun el mismo Hijo es invitado a pedir: Pídeme, y le daré (Sal 2, 8). 
Por lo cual, el que resiste a la gracia, no la recibe, si primero no la desea, como sucedió con San Pablo, que antes de recibir la gracia, fue reducido a desearla, diciendo: Señor ¿qué quieres que yo haga? (Hech 9, 6). Por eso claramente se dice: Tú tal vez le pedirías a él.

Tal vez, a causa del libre albedrío, por el cual el hombre unas veces pide y desea la gracia, y otras no.

II. Dos  cosas  mueven  el deseo  del  hombre  a  pedir  la gracia,  a  saber: el conocimiento del bien deseable, y el conocimiento del que la da, y por eso propone conocer dos cosas:

1º) El mismo don. Por lo cual dice: Si supieses el don de Dios, el cual es todo el bien deseable, y procede del Espíritu Santo. Llegué a entender que de otra manera no podría ser continente, si Dios no me lo daba (Sab 8,21). Esto es el don de Dios.

2º) El dador.
Por eso dice: Y quién es el que te dice, etc., esto es: si conocieses al que puede dar, que soy yo. Cuando viniere el Consolador, que yo os enviaré del Padre... él dará testimonio de mí (Jn 15, 26). Y el Apóstol dice: Dio dones a los hombres (Ef 4, 8).

(In Joan., IV)