Día 40- Los nubarrones

Jueves de la Sexta semana de Pascua

Propósito




ORACION INICIAL

Señor mío y Dios mío
Dios de la salvación renovada de generación en generación, resucita en nosotros todo lo que es muerte y lejanía de ti, danos vida y actitudes de resucitados contigo y haznos testigos de tu reino entre los hombres, por el amor, la justicia y la paz.

Pon sabiduría, Señor, en nuestro lenguaje, pon ternura en nuestra mirada, pon misericordia en nuestra mente que hace juicios, pon entrega y calor en nuestras manos, pon escucha en nuestros oídos para el clamor de los hermanos, pon fuego en nuestro corazón para que no se acostumbre a sus carencias y a su dolor.

Quédate con nosotros, haznos gustar el pan del evangelio, deja que en el camino, mientras vas con nosotros, se nos cambie la vida... Y envíanos de nuevo, audaces y gozosos, para decir al mundo que vives y que reinas, que quieres que el amor solucione las cosas, y cuentas con nosotros.

Y que Tú vas delante, como norte y apoyo, como meta y camino, hasta el fin de los días.


MEDITACION
Los nubarrones.



¡Menudo disgusto!, a dos días del regio acontecimiento nos dicen que puede llover. ¿Habrá que pensar en sustituir el mantón de Manila por un chubasquero y los zapatos de charol por unas botas de agua?. ¿Será el cielo capaz de destrozar la obra de peluqueros y estilistas o tendrán que taparse las ilustres invitadas el tocado con una bolsa de “Carrefour”?. Como hagan a las pobres monjitas Clarisas devolver las docenas de huevos que les han llevado para que ese día no llueva van a tener que apropiarse de la granja avícola de media España. Para muchos si ese día llueve la boda quedará deslucida e incluso dirán que es un gran fallo, ¡como si se encargase la climatología como quien encarga una pizza!.

“Vosotros sois responsables de lo que os ocurra, yo no tengo la culpa” dice San Pablo a los judíos que se negaban a admitir que Jesús es el Mesías. Si llueve el día de la boda no habrá que buscar responsables entre los jefes de protocolo o castigar a los canónigos de la Catedral de cara a la pared durante un mes, son cosas que ocurren y no podemos elegir y, por lo tanto, es en vano quejarse. Pero hay otras cosas que sí puedes elegir. Uno puede escoger no rezar nunca, ir a Misa cuando le apetezca (y curiosamente da la impresión de que apetece cada vez menos), se elige el ponerse en ocasión de pecar o dar prioridad en tu vida al trabajo, al bienestar y al dinero por encima de la caridad y el amor a Dios.

A veces hay personas que te dicen: “He perdido la fe.”
Igualmente matrimonios te comentan que “han perdido el amor,” como si la fe o el amor fueran como las llaves del coche que se pueden perder en cualquier momento (con el agravante de que las llaves del coche las guardemos mejor pues, en muchos casos, parece que nos importa más el coche que Dios o la esposa). La fe, como el amor, no “se pierde” o se volatiliza como unas gotas de perfume.

Habitualmente cuando hablas un poco más en profundidad con las personas que te cuentan estas cosas, te das cuenta que no se han levantado “de pronto” un día con esa sensación de que no tenían fe o no les gustaba su mujer. Se descubre que han ido dejando apagar la llama del fuego de la fe, han ido dejando de rezar, han suplantado la caridad por la poltronería, la entrega por el cumplimiento. Cuando ha llegado la “noche oscura” han desesperado en vez de confiar, e incluso se empieza a buscar culpas en “los otros” por todo lo que nos ocurre. La mortificación desaparece pues se convierte en “mortificantes” todas las situaciones que se viven ya que todo molesta.

Comienza la autocompasión y crece la complacencia en las cosas mundanas, en los pequeños placeres y compensaciones. Y entonces, lo que has ido matando poco a poco, envenenando con tus elecciones, te das cuenta que es un cadáver y lo que antes era el “buen olor de Cristo” se convierte en hedor insoportable.

Un chaparrón pasa en seguida, “mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría,” no desesperes, Dios no retira sus dones de la mañana a la noche y, aunque creas que se ha apagado el fuego de la fe Dios no deja que sus dones desaparezcan: redescúbrelos.
Tu madre la Virgen estará siempre a tu lado, ayudándote a ser constante en el amor. Pídeselo y no dudes de lo que dice el Señor:“poco más tarde me volveréis a ver.”
ARCHIMADRID

ORACION FINAL


Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.