Día 4-Vivir con Cristo para resucitar

Miércoles de Octava de Pascua
Propósito




ORACION INICIAL


Señor mío y Dios mío
Dios de la salvación renovada de generación en generación, resucita en nosotros todo lo que es muerte y lejanía de ti, danos vida y actitudes de resucitados contigo y haznos testigos de tu reino entre los hombres, por el amor, la justicia y la paz.

Pon sabiduría, Señor, en nuestro lenguaje, pon ternura en nuestra mirada, pon misericordia en nuestra mente que hace juicios, pon entrega y calor en nuestras manos, pon escucha en nuestros oídos para el clamor de los hermanos, pon fuego en nuestro corazón para que no se acostumbre a sus carencias
y a su dolor.

Quédate con nosotros, haznos gustar el pan del evangelio, deja que en el camino, mientras vas con nosotros, se nos cambie la vida... Y envíanos de nuevo, audaces y gozosos, para decir al mundo que vives y que reinas, que quieres que el amor solucione las cosas, y cuentas con nosotros.

Y que Tú vas delante, como norte y apoyo, como meta y camino, hasta el fin de los días.


MEDITACION
Vivir con Cristo para resucitar



"Si fuisteis resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Estáis muertos, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces también os manifestaréis gloriosos con Él" (/Col/03/01-04)

Hermano, cuatro series de pensamientos profundos forman ese párrafo de la carta de san Pablo a los colosenses y a nosotros, encareciéndonos el modo de vida espiritual que debemos llevar en Cristo resucitado.

En la primera se establece la necesidad de sentirse resucitado con Cristo mediante el don de la fe sincera. En la segunda se indica la dirección que debe tomar nuestro movimiento interior hacia arriba : con búsqueda voluntaria y afectuosa de un noble vivir que el pensamiento iluminado dirija. En la tercera se describe ese dinamismo de fe como vida íntima con Cristo en Dios. Y en la cuarta se contempla la plenitud gloriosa de esa vida desde la manifestación final de Cristo, el Señor.

Vamos a recorrer los cuatro momentos de meditación con piadoso afecto.

1. Si fuisteis resucitados con Cristo

De poco nos servirían reflexiones, experiencias humanas o lamentos si a estas alturas litúrgicas no nos hubiéramos empapado en la realidad de la redención, gracia, amor... La figura utilizada por san Pablo para encarecernos esa redención nos es ya conocida por las catequesis de sacramentos: el bautismo es "inmersión" con los pecados y "purificación" por la gracia; es a modo de "sepultura" del hombre viejo, cargado de miserias, para "reverdecer" en novedad de amistad divina...

Quien se incorpora a Cristo acogiéndose a su perdón sincero y asumiendo su mensaje salvífico, participa en el misterio de su entrega, muerte y resurrección; y, sepultado místicamente con él, bien puede decirse que sale con él de la tumba (lugar de muerte, pecado) a la luminosidad del día (espacio de vida, amor, fe).

¿He grabado yo profundamente en mi vida, en mi conciencia de redimido y de hijo de Dios Padre, cuál es mi vocación cristiana? Mi vocación es ser fiel, ser santo. Y la fidelidad y santidad consisten en transformarse, día a día, siguiendo los pasos de Jesús, sintiéndome muerto con él para ser con él resucitado.

¡Hondos sentimientos! Hondos y gratificantes. Que su expresión sea vernos cada uno vestidos de júbilo, de alegría y gozo, pues vivir resucitados con Cristo es pasar, liberados, de una vida triste y pecaminosa a otra más radiante en la que se respira el aire limpio de la amistad y filiación.

¡ Señor Jesús, concédeme la gracia de vivir y sentirme resucitado contigo!


2. Buscad y pensad las cosas de arriba

Quien se siente "resucitado" entra en campos de vida nueva, jovial, festiva, alegre, gratuita, recibida como don o regalo de Dios, no como mero deber, mérito o imposición.

Y lo único coherente con esa actitud nueva y graciosa es que sus facultades propias, aquellas con que se ve noblemente dotado -en inteligencia y voluntad, en imaginación y creatividad- , respondan al horizonte bello, lleno de sentido, alto, humanizador y divinizador, que se le abre en perspectiva infinita. ¡Dios mío, qué grande eres al hacerme ser pensante y amigo tuyo!

Si, hermano, la fuerza vigorosa de tu voluntad redimida y resucitada habrá de manifestarse en la búsqueda de las cosas de arriba. Pero ¿cuáles son esas cosas? Son las acciones, actitudes, persuasiones y programas de vida que responden al ideal de ser hombre e hijo de Dios prefiriendo la adoración al desprecio, el honor a la indignidad, la pureza de corazón a la torpeza de las pasiones, la justicia a la impunidad, la confesión de fe a la esclavitud de los intereses mezquinos del hombre viejo

Un hijo de Dios, resucitado con Cristo, ha de ser fiel a Dios antes que a los hombres, sujeto de esperanzas que llevan a la eternidad más bien que víctima de la corrupción terrena. En términos bíblicos y paulinos diríamos que ha de buscar las cosas de arriba, es decir, ha de tratar de adquirir y mantener los mismos sentimientos de Cristo: misericordia, bondad, humildad, longanimidad

Y la luminosidad de esa inteligencia redimida y resucitada se manifestará en la pulcritud del pensamiento. Éste no deberá estar demasiado condicionado por afanes bastardos que intenten justificar modos de proceder indignos. Quien sabe gobernarse en la claridad de la luz acaba convirtiendo en naturaleza lo que antes había sido propósito de vida, y, en cambio, quien claudica en sus pensamientos rectores de la vida, dejándose dominar por apetencias bastardas, acaba connaturalizándose con ellas en detrimento del pensar puro y limpio.

Hermano, piensa como hijo de Dios y obrarás conforme a los pensamientos de Cristo. Mira a lo alto y vete más allá de las apariencias engañosas. Si vivimos según pensamos, triunfaremos; si no lo hacemos, acabaremos pensando según vivimos en nuestra indignidad.



ORACION FINAL




Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve.

Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí.

Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.





Fuente: DOMINICOS. S.Gregorio. Valladolid